1970 julio 19

Acabo de hacer una encuesta entre mis compañeros de escuela. En religión estuvimos viendo la esclavitud en Egipto y yo pregunté qué preferían, si ser esclavos en Egipto o de los que t raicionaron a Cristo cuando Pilatos les preguntó si querían que lo liberara a él o a Barrabás.
Todos quieren zafar y dijeron que preferían ser de los que no traicionaron a Cristo, pero no estaba entre las alternativas y me di cuenta que el amor a Dios no les da para elegir la esclavitud.

En cambio yo prefiero la esclavitud, me imagino el cuerpo casi desnudo, las cadenas, los látigos de los capataces y me envuelve algo, como una nube de placer y no puedo hacer otra cosa que quedarme imaginando horas y horas, tirado en mi cama, los cuerpos, las cadenas, los látigos.

1997 enero 2

Me acaba de despertar el llamado teléfonico de un tipo borracho putéandome. Cuelgo y vuelve a llamar y no acierto a dejar el teléfono descolgado así que el tipo sigue ensartando insultos. Cuando logro hilar un poco, porque yo tampoco estoy lúcido, me entero de que se trata de una mujer que yo conocí en el verano anterior. Si no fuera porque Eunice es un nombre raro, ni me hubiera dado cuenta, porque para mí fue solamente un mal polvo, de esos que al terminar uno quiere tener la famosa cama con botón. El asunto es que Eunice me siguió buscando, por teléfono, por mail y yo huyendo siempre y al final quedó una leve amistad desvaneciéndose en el aire. El tipo, que es el novio o amante oficial de la mina, resulta ser alguien a quien yo conozco y es lógico: yo conocí a Eunice en una reunión en la casa de un amigo común. Entre amenzas de romperme todos los huesos me cuenta los quilombos que ha tenido con su mujer por Eunice y en silabeo de borracho me dice que no le importa nada, que si quiere se suicide su mujer porque Eunice es el amor de su vida y yo lo cagué acostándome con ella. El tipo consiguió la clave de la cuenta de mail de ella y sacó la conclusión de que lo nuestro fue un tórrido romance y que yo lo hacía a sabiendas de que era su mina pero yo lo único que recuerdo vagamente es que me habló de un hombre casado con el que salía a veces, pero que era un capricho que seguramente pronto se iba a terminar.

Al final me aburro y dejo el teléfono ladrando a la pinotea de mi cuarto.